Numéro CCCXII (312)
6 de Julio de 2013
DEBATE VIVAZ
El problema de la autoridad mutilada (ver estos “Comentarios” del 1º y 29 de Junio) está provocando algunas reacciones vivaces entre los lectores. Por un lado, católicos valientes me dicen que yo SOY un obispo y por consiguiente debo ACTUAR como un obispo, poniéndome al comando del movimiento de “Resistencia”. Por otro lado, un sacerdote valiente con larga experiencia en el “sedevacantismo” me advierte no desencadenar iglesias paralelas consagrando aún más obispos, excepto en el caso de Guerra Mundial, persecución física o vejez paralítica (bueno, existen aquellos que alegarían que esto último ya ha sobrevenido...).
Por supuesto, el problema se remonta al Vaticano II, cuando al aterrizar en el fondo final de un deslizadero que duró 700 años, los oficiales de iglesia Conciliares abandonaron la Doctrina católica y así divorciaron la Verdad Católica de la Autoridad Católica. Este divorcio desacreditó de tal manera la autoridad oficial de la Iglesia que almas como las mencionadas arriba ya no ven más la necesidad de tal autoridad. Pero, la autoridad central de la Iglesia es, dados la diversidad natural y el pecado original de toda la humanidad, absolutamente necesaria para asegurar la unidad de la Iglesia (y con eso su supervivencia) no solamente en la Verdad sino también en los sacramentos y en el gobierno de la Iglesia.
Es por ello que un obispo o un sacerdote necesita no solamente el poder sacramental de su Orden Sagrado , poder que él nunca puede perder por toda la eternidad, sino también el poder de jurisdicción, el cual es el poder de decir (dictio) erl derecho, o lo que es justo (ius, iuris). Este segundo poder no viene con su Orden Sagrado y él no se lo puede otorgar a sí mismo, solamente puede recibirlo de arriba, de un Superior de la Iglesia, en última instancia del Papa, y el Papa de Dios. Por consiguiente cuando almas valientes me dicen que yo SOY un obispo (por mi Orden Sagrado) y entonces soy un delincuente si yo no ACTÚO como tal, diciéndole (dictio) a la “Resistencia” qué hacer (ius), lo más probable es que ellos están confundiendo los dos poderes diferentes del obispo.
Sin embargo, ellos pueden instintivamente estar encontrando otra doctrina de la Iglesia como del sentido común, a saber la de jurisdicción supletoria: en una emergencia donde por cualquier razón los Superiores no están proveyendo de la necesaria jurisdicción para la salvación de las almas, la Iglesia la suple. Por ejemplo, un sacerdote puede no tener la jurisdicción que es normalmente necesaria para escuchar Confesiones, pero si un penitente le pide escuchar su Confesión, entonces, en caso de necesidad, el sacerdote puede escucharla y el sacramento será válido. Ahora, cierto y seguro, la vasta emergencia creada en la Iglesia por el Vaticano II, ha sido aún agravada más por la Declaración Doctrinal de mediados de Abril del CG de la FSPX, lo cual es prueba documentaria del desmoronamiento de la última fortaleza en pie de la verdadera Fe.
Pero, la jurisdicción supletoria tiene una debilidad porque, no siendo oficial, está mucho más expuesta a la disputa. Por ejemplo, la Roma Conciliar niega que exista tal cosa como una emergencia de la Iglesia creada por el Vaticano II, y ejerce la presión correspondiente, toda bien exitosa, sobre la Fraternidad San Pío X para que ésta se someta a sí misma a la autoridad Conciliar. Tal es la necesidad de la autoridad para ser oficial. Incluso el Arzobispo Lefebvre perdió tal vez un cuarto de los sacerdotes que él ordenó porque no tenía el poder de pararlos cuando simplemente se alejaban. Tal es esta increíble crisis de la Iglesia. Así, si un sacerdote o laico me pide darle comandos, puede él mismo disputarlos unos meses más tarde o tan pronto como él recibe lo que él considera ser un comando que él no precisa obedecer.
Pero la crisis permanece real y no hará otro que empeorar hasta que Dios intervenga para traer al Papa a sus sentidos católicos, lo cual Dios hará cuando suficientes católicos Le estén implorando que abra los ojos del Papa. Entre ahora y entonces, la emergencia siempre peor está configurada más y más para fortificar la autoridad no oficial, pero que Dios Todopoderoso nos ayude a evitar toda innecesaria anarquía.
Kyrie eleison.
© 2011-2013 Richard N. Williamson.
Todos los Derechos Reservados. Se otorga una licencia no exclusiva para imprimir, re-enviar por correo electrónico y/o publicar este artículo en Internet a los usuarios que así lo deseen, en el entendido de que no realizarán cambios al contenido que se reproduzca o distribuya, así como el conservar esta notificación con todas y cada una de las reproducciones del mismo como se autoriza por la presente. Fuera de esta licencia no exclusiva limitada, ninguna parte de este artículo puede ser reproducida en ninguna forma, ni por medios electrónicos ni mecánicos, sin autorización expresa y por escrito del editor, con la excepción de críticos que pudiesen citar breves pasajes en una reseña o excepto en aquellos casos en donde los derechos del contenido que ahí se reproduzca le pertenezca a su autor(es) original o a algún otro titular de los mismos. La reproducción adici onal del artículo se sujeta, por lo tanto, a la autorización expresa del mismo.
6 de Julio de 2013
DEBATE VIVAZ
El problema de la autoridad mutilada (ver estos “Comentarios” del 1º y 29 de Junio) está provocando algunas reacciones vivaces entre los lectores. Por un lado, católicos valientes me dicen que yo SOY un obispo y por consiguiente debo ACTUAR como un obispo, poniéndome al comando del movimiento de “Resistencia”. Por otro lado, un sacerdote valiente con larga experiencia en el “sedevacantismo” me advierte no desencadenar iglesias paralelas consagrando aún más obispos, excepto en el caso de Guerra Mundial, persecución física o vejez paralítica (bueno, existen aquellos que alegarían que esto último ya ha sobrevenido...).
Por supuesto, el problema se remonta al Vaticano II, cuando al aterrizar en el fondo final de un deslizadero que duró 700 años, los oficiales de iglesia Conciliares abandonaron la Doctrina católica y así divorciaron la Verdad Católica de la Autoridad Católica. Este divorcio desacreditó de tal manera la autoridad oficial de la Iglesia que almas como las mencionadas arriba ya no ven más la necesidad de tal autoridad. Pero, la autoridad central de la Iglesia es, dados la diversidad natural y el pecado original de toda la humanidad, absolutamente necesaria para asegurar la unidad de la Iglesia (y con eso su supervivencia) no solamente en la Verdad sino también en los sacramentos y en el gobierno de la Iglesia.
Es por ello que un obispo o un sacerdote necesita no solamente el poder sacramental de su Orden Sagrado , poder que él nunca puede perder por toda la eternidad, sino también el poder de jurisdicción, el cual es el poder de decir (dictio) erl derecho, o lo que es justo (ius, iuris). Este segundo poder no viene con su Orden Sagrado y él no se lo puede otorgar a sí mismo, solamente puede recibirlo de arriba, de un Superior de la Iglesia, en última instancia del Papa, y el Papa de Dios. Por consiguiente cuando almas valientes me dicen que yo SOY un obispo (por mi Orden Sagrado) y entonces soy un delincuente si yo no ACTÚO como tal, diciéndole (dictio) a la “Resistencia” qué hacer (ius), lo más probable es que ellos están confundiendo los dos poderes diferentes del obispo.
Sin embargo, ellos pueden instintivamente estar encontrando otra doctrina de la Iglesia como del sentido común, a saber la de jurisdicción supletoria: en una emergencia donde por cualquier razón los Superiores no están proveyendo de la necesaria jurisdicción para la salvación de las almas, la Iglesia la suple. Por ejemplo, un sacerdote puede no tener la jurisdicción que es normalmente necesaria para escuchar Confesiones, pero si un penitente le pide escuchar su Confesión, entonces, en caso de necesidad, el sacerdote puede escucharla y el sacramento será válido. Ahora, cierto y seguro, la vasta emergencia creada en la Iglesia por el Vaticano II, ha sido aún agravada más por la Declaración Doctrinal de mediados de Abril del CG de la FSPX, lo cual es prueba documentaria del desmoronamiento de la última fortaleza en pie de la verdadera Fe.
Pero, la jurisdicción supletoria tiene una debilidad porque, no siendo oficial, está mucho más expuesta a la disputa. Por ejemplo, la Roma Conciliar niega que exista tal cosa como una emergencia de la Iglesia creada por el Vaticano II, y ejerce la presión correspondiente, toda bien exitosa, sobre la Fraternidad San Pío X para que ésta se someta a sí misma a la autoridad Conciliar. Tal es la necesidad de la autoridad para ser oficial. Incluso el Arzobispo Lefebvre perdió tal vez un cuarto de los sacerdotes que él ordenó porque no tenía el poder de pararlos cuando simplemente se alejaban. Tal es esta increíble crisis de la Iglesia. Así, si un sacerdote o laico me pide darle comandos, puede él mismo disputarlos unos meses más tarde o tan pronto como él recibe lo que él considera ser un comando que él no precisa obedecer.
Pero la crisis permanece real y no hará otro que empeorar hasta que Dios intervenga para traer al Papa a sus sentidos católicos, lo cual Dios hará cuando suficientes católicos Le estén implorando que abra los ojos del Papa. Entre ahora y entonces, la emergencia siempre peor está configurada más y más para fortificar la autoridad no oficial, pero que Dios Todopoderoso nos ayude a evitar toda innecesaria anarquía.
Kyrie eleison.
© 2011-2013 Richard N. Williamson.
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